Del Epílogo al Epitafio

Se esta consumando, varias noches el estómago ensayó lo que debía sentir cuando sucediese. Cuando se es enfermo terminal, pocas veces puedes darte el lujo de pensar en otra cosa. Asi que ya entrados en gastos, puede uno darse a la vanal tarea de escoger en que manera desea hacer tránsito de este puerto al otro. Con miradas, con gestos, con el recuerdo de la tibieza de las manos. Se han ido, poco a poco, todos esos rostros, tan magníficos, tan pusilánimes, tan humanos. Tantas manos, tantos rostros, y cuando el angel redentor llegó, asomó su aurea cabeza, miró en mi habitación. Probablemente le habré parecido atractiva, pues me dedicó una sonrisa, como hacía mucho no veía. Se sentó a mi lado pude sentir que de su cuerpo emanaba un tufo, entre gélido y radiante, y me preguntó aquello que esperaba oir de tantos labios. ¿Qué deseas saber?, y por descarga dije ¿Por qué me equivoco?, y gentilmente inclinó su cuerpo contra el mío, me sentí pequeña al lado suyo, me abrazó y posó su cabeza sobre mi regazo y asi abrazados, pareciera que yo lo reconfortaba y en realidad era lo opuesto, empecé a llorar lágrimas francas, estaba aterrada de descubrir la respuesta, me sentí mareada e insignificante, entonces el angel levanto un poco la hermosa faz y me miró. Ver su cabeza en mi pecho fue una de las visiones más reconfortantes que tengo. Vi los ojos avellanados y contestó, "Te equivocas, porque no has acertado…" "Tontita". No sé si esa era la frase que debiera salir de los celestiales labios de un angel, pero… en su momento me hizo reir mucho.
 
Los libros, los de los estantes, los de mi casa, los de la escuela, los de mi vida, me gusta recordarlos, fragmentos, descubrir que las edades de uno, van pasando por los libros que recuerdas en cada etapa. Cuando a mi mente viene de súbito un trozo, en apariencia inconecto, me lanzo a buscar su fuente, y he de decir que no tardo mucho en localizarle, aun si el libro no es tangible. He leido, todos los capítulos que hasta ahora la vida me ha podido dar, a veces conforme otras no tanto, a veces feliz, otras más indiferente que un gato, pero este capítulo, definitivamente, carpetazo. Si había un final, ya no quiero saber de él. Y no es que el libro no mereciera la pena, ¡de veras que sí!, pero con orgullo puedo declarar que, he crecido como lector, y me he hecho de un criterio, con el que puedo declinar saber más de un ejemplar, si éste no me colma, si éste se va tornando panfleto. Puedo darle la oportunidad de defenderse, de maravillarme, y si no lo logra sobreseguro no lo leeré más.  Siempre he defendido esa filosofía que dice, que no hay libro del que no puedas aprender, y es muy cierto. Pero si el libro te implora que mejor ocupes tus pensamientos en algo menos predecible, y más rico de historia y trama, pues, chatos, le hago caso.
 
Aquí no termina este blog, hay un cuento que escribí ya hará 2 años, se llama Agua en el corazón… y me viene perfecto, porque lo que sentí cuando lo escribí en aquel entonces es justo la oleada que se repite, como eco, que se pierde, pero no se va… sigue ahí rebotando….
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